Los adictos al gimnasio sufren de vigorexia o complejo de Adonis
Marlene Rizk/Yelitza Izalla Yánez
El deporte es sano, alarga nuestra vitalidad y mejora la calidad de vida, eso es cierto. Sin embargo, no toda práctica deportiva es fuente de salud y bienestar, mucho menos cuando se es adicto al gimnasio.
La obsesión por los deportes requiere de ayuda psiquiátrica, porque se trata de una patología conocida como vigorexia.
Esta enfermedad es la adicción al gimnasio y a la actividad física, la cual es muy común en adolescentes a partir de los 15 años de edad. De allí, la importancia de una guía por parte de padres y educadores, así como el acompañamiento acertado de los entrenadores.
De qué se trata
Se le conoce también como “complejo de Adonis o anorexia reversa” y se describió como patología en 1993 por el psiquiatra Harrison G.Pope, de la Universidad de Harvard en Estados Unidos, luego de estudiar a 9 millones de americanos que frecuentaban gimnasios.
La investigación arrojó que al menos un millón “podría estar afectado de un desorden emocional que les impide verse como en realidad son”, tal cual como un anoréxico o cualquiera de las patologías que impiden a la persona aceptar su cuerpo tal cual es.
G.Pope aduce que por más entrenamiento físico que realicen, o la musculatura que consigan, siempre tienden a verse débiles y carentes de cualquier atractivo físico, por lo cual seguirán trabajando en conseguir más.
Principalmente la sufren los hombres, aunque también afecta a las mujeres. “Aunque comparte ciertos aspectos con la anorexia, la bulimia, la dismorfia corporal, y otros trastornos de la alimentación, la vigorexia tiene algunas características propias”, destaca.
Incluso, médicos advierten que este desorden emocional puede evolucionar hasta convertirse en obsesivo-compulsivo (TOC), lo cual puede conducir a la depresión y frustración de la persona que lo sufre.
Su tratamiento debe ser llevado de la mano de un psicólogo, al igual que otros trastornos emocionales. De hecho, suelen sufrir la vigorexia personas poco maduras, con problemas de integración, introvertidas, inseguridad y con baja autoestima.
“El tratamiento debe realizarse con antidepresivos inhibidores selectivos de la recaptación de la serotonina, estos pueden resultar efectivo en pacientes con dismorfia muscular”, dice el especialista en trastornos, Eric Hollander.
Es importante destacar que la incidencia de esta enfermedad es baja y que no debe ser confundida con deportistas aficionados.
Conozca algunas señales que te indicarán si puedes estar padeciendo de vigorexia:
- Es de los que todo el tiempo rinde culto al cuerpo y a la imagen corporal
- Tendencia a automedicarse
- Bajan el rendimiento escolar o laboral
- Siempre están inconformes con su apariencia
- Tiene obsesión por verse musculoso
- Puede pasar más de 4 horas realizando todo tipo de ejercicios para modelar su cuerpo: entrena, levanta pesas, hace abdominales, cardio o spinning, entre otras disciplinas.
- Si no puede cumplir con la rutina de ejercicio le entra el síndrome de abstinencia, tal cual como si fuera un bebedor o fumador y se pone de mal humor, irritable, nervioso o ansioso.
- Controla cada bocado que come, se vuelve obsesivo con la alimentación y cuenta calorías. Además, sigue muchas recomendaciones de entrenadores (que no son nutricionistas) y comienza a comer sólo la clara de huevo, proteínas exclusivamente y desentierra todo lo que es grasas, postres y otros alimentos, que no son dañinos sino cuando se consumen en exceso.
- Está pendiente de todas las recetas y dietas bajas en calorías que recomiendan reconocidos entrenadores a través de las redes sociales.
- Gastan no sólo en suplementos nutricionales y proteicos, a pesar de sus altos costos, sino que además se inyectan anabolizantes para verse musculosos. No contento con ello, por ejemplo, se colocan prótesis de pectorales o implantes de silicón.
- De paso se aísla y abandona sus relaciones sociales. Sólo comparte su tiempo con personas como él o ella.
Fuente: The Adonis Complex: The Secret Crisis of Male Body Obsession, escrito por Harrison G.Pope