Los niños también sufren de ataques de pánico
No sólo los adultos sufren cuando el ambiente que los rodea es desfavorable, pues las enfermedades que se derivan de las emociones, como el trastorno de pánico, no son exclusivas de una edad determinada.
Los niños y adolescentes también pueden verse afectados por la situación del país donde viven o el estar constantemente expuestos a hechos de violencia o estrés.
Se han dado casos, y cada vez con más frecuencia, de trastorno de pánico en menores de edad. “Encontramos, por ejemplo, casos de pequeños que no pueden respirar y cuando lo llevan a la clínica para recibir tratamiento no presentan broncoespamos a causa de una enfermedad, sino que la falta de aire es producto del miedo y ansiedad”, comentó la pediatra y especialista en conducta y desarrollo infantil del Centro Médico Docente La Trinidad, Tamara Salmen de Mondolfi.
Desde que edad sufren
Las manifestaciones se producen según la edad. Durante la infancia, los signos más comunes son agresión y conductas de riesgo, dificultad para expresar sentimientos, rechazo, conductas muy pasivas o desorganizadas.
En tanto, que durante la edad escolar los invade -entre otros- la tristeza y depresión, somatización, comportamiento impulsivo desorganizado, autoritarismo y egocentrismo.
“Los niños no se sienten seguros y todavía a los 8 o 9 años de edad piden a los padres que los acompañen al baño o que se queden con ellos hasta que terminen de bañarse. Antes era que le tenían miedo a la oscuridad, pero ahora aun cuando estén entre las cuatro paredes de la casa, sienten pánico de que alguien entre a su hogar y les haga daño a ellos o a su familia”, cuenta la especialista.
Ya en la adolescencia, se manifiestan con falta de interés en actividad para su edad, preocupación excesiva por imagen corporal, incursión precoz en actividades sexuales, promiscuidad, alcohol, drogas, miedos, preocupaciones y ansiedad.
Refiere, además, que muchos presentan problemas de sueño, se aíslan, no quieren salir ni jugar, no socializan y al igual que los adultos piensan que “están expuestos en la vida diaria a peligro y violencia, y esto puede llevarlos a sentirse profundamente inseguros; particularmente aquellos que tienden a personalizar estas amenazas: Lo que ven, oyen o leen que le pasa a otros y asumen que puede pasarle también a ellos o a su familia”.
El apoyo familiar es importante
La pediatra afirma que es necesario proteger a los niños de los peligros y en este sentido el papel de los padres y la familia es muy importante.
“Las relaciones familiares son, y siempre han sido, un escudo protector y un refugio de su entorno inmediato. El saberse querido, protegido y cuidado, le provee de una base segura para explorar y expresar sus emociones mientras coloca los hechos amenazantes o aterradores en contexto, en lugar de personalizarlos”, recalca.
La verdadera seguridad se consigue en sociedades seguras “y esto último ocurrirá cuando las familias sientan que tienen oportunidades de satisfacer sus necesidades básicas y proseguir una vida plena y gratificante”. Recuerden que el niño nunca se sentirá seguro estando en “aislamiento”.
Enfrentar los nuevos peligros de manera exitosa requiere de habilidades para establecer relaciones para confiar, pedir ayuda, expresar sentimientos y resolver conflictos en tiempos difíciles.
Estas habilidades no podrían ser desarrolladas por el niño sino dispone del tiempo suficiente con sus padres para establecer cercanía e intimidad, explorar y aceptar sentimientos, y promover ejemplos de paciencia, tolerancia y cooperación.