La dieta ayuda a cambiar el carácter en niños con hiperactividad o déficit de atención
Mejorar la calidad de vida de los niños con hiperactividad o déficit de atención y lograr que disminuyan las crisis, así como que se comuniquen mejor e incorporen con menos traumas a la sociedad es posible a través de una alimentación adecuada.
La especialista en psicología aplicada a la salud, Carmen Elena Yánez, ha tratado, junto a un grupo multidisciplinario, a niños con trastorno del neurodesarrollo y, a través de un tratamiento médico paralelo, lograron mejorar el carácter de los pequeños con hiperactividad o déficit de atención.
La tarea suena fácil, pero el camino para lograrlo no lo es. Para cumplir la meta los médicos tienen que diseñar regímenes alimenticios (en los que se han eliminado productos tradicionales de la dieta), a fin de evitar alteraciones y crisis frecuentes en los pequeños.
La dieta
Se ha comprobado que las alteraciones en el carácter están relacionadas con el consumo de algunos alimentos. Unos ayudan a que aumenten las crisis y el mal humor porque ocasionan dolencias, como consecuencia de que lo ingerido no es metabolizado. Otros productos, simplemente, afectan al individuo porque contienen algunos elementos dañinos que se van directamente al cerebro.
“Hay ciertos alimentos, especialmente los que contienen gluten y caseína (proteína presente en la leche y el queso), que los niños no metabolizan. Esos componentes se convierten en derivados de morfina y gliadomorfina, que llega directamente al cerebro y afecta aún más las condiciones de un niño con problemas de neurodesarrollo. De allí, la importancia de eliminar los productos alimenticios que a la larga harán daño al individuo”, destaca Yánez.
La psicólogo refiere que este tipo de niños sufren mucho, porque tienen comprometido su sistema respiratorio, por lo que deben consumir un sinfín de medicamentos que a la larga afectan su sistema digestivo. “Padecen con frecuencia de diarrea, cólicos y gases, pero si se lleva una buena dieta esos riesgos disminuyen”.
Yánez destacó que a los pequeños con este tipo de problemas también hay que controlarles el ambiente, así como su sistema inmunológico.
Advierte que la tarea se hace cuesta arriba cuando se habita en sitios donde hay mucha contaminación por metales pesados. Sin embargo, ese equilibrio se puede lograr a través del consumo de ciertos tipos de alimentos.
Como el sistema inmunológico es frágil, se ataca a través del consumo de alimentos con vitaminas y minerales. “Esto lo aplicamos un grupo de médicos desde hace años. Como tal, no está plasmado en la medicina que al cambiar la dieta se logren ciertos avances, pero nosotros a través de la práctica profesional descubrimos que sí mejora la calidad de vida de los niños, porque cambia su carácter. A través de una dieta balanceada el individuo está más tranquilo, las crisis son menos recurrentes porque las dolencias y malestares disminuyen”.
Aclaró que los especialistas que aplican esta técnica son profesionales de la medicina y que jamás dejan el tratamiento convencional, como lo son las rondas psicológicas, medicación y supervisión neurológica.
Entre dificultades
Yánez considera que la labor más difícil es la de crear consciencia en los padres, a fin de que no suministren algunos tipos de alimentos. “Comprobamos que el niño mejora desde el primer mes que inicia la dieta controlada. Si no funciona es porque simplemente los cuidadores no siguieron las indicaciones”.
Algunos productos como el trigo, la cebolla, la avena y el centeno tienen gluten, por lo tanto se eliminan de la dieta. Igual sucede con la pasta, el pan o la leche, por contener esta proteína.
“Les doy suplementos de calcio, porque la leche es uno de los alimentos que está prohibido. Es difícil hacerle entender a los padres que si su pequeño no consume leche, puede sustituir ese ingrediente con un agregado de vitaminas y minerales que contienen justo lo que la persona requiere en su dieta diaria”, destaca la nutróloga, Jennifer Papp, quien tiene experiencia en este tipo de dietas.
A través de esta práctica Papp ha notado los cambios radicales en un mes. “Los niños se tranquilizan y duermen mejor a través de una alimentación bien llevada. También comprobamos que se concentran mejor y la gente no lo cree hasta que lo aplica”.