Cómo hacer dormir mejor a su hijo
“Mi hijo no duerme mucho” ¿Estará durmiendo suficiente?, ¿qué hago para que mi bebé descanse más? ¿Es posible que mi niño padezca de insomnio? Estas son algunas de las dudas que suelen escucharse con mas frecuencia entre los padres.
Son varias las causas que pueden intervenir en la alteración del sueño. Las más comunes son las fisiológicas como cólicos, otitis, fiebres, problemas respiratorios, parasomnias y el crecimiento de los dientes. Seguidas de otras externas como lo son malos hábitos, medicamentos, sobrexcitación por factores ambientales como: luz, ruido y calor; y ansiedad por la separación (terrores nocturnos), entre otros.
La importancia de dormir
El descanso es una función necesaria para todo ser humano, cumple una labor reparadora en el organismo y en los niños garantiza -en buena parte- tener un mejor día. Los chicos que duermen mal están más irritables, cansados, sensibles, nerviosos, se muestran inconformes y son más dependientes de quienes los cuidan.
El ritmo biológico
Cuando el niño nace, su ritmo biológico entre dormir y estar despierto es de 3 a 4 horas. Lo que significa que en sus períodos activos el bebé va a cumplir las actividades propias de su edad, que son mantenerse despierto mientras come, lo asean y le sacan los gases. Este ciclo se repite varias veces durante el día y va cambiando a medida que va creciendo. Por lo que a los 3 o 4 meses esos lapsos se alargan sobretodo por la noche y logran dormir hasta seis horas seguidas.
Luego de los 6 meses, el niño debería dormir entre 10 y 12 horas en la noche (con pequeños micro despertares normales que deberían superarse solos sin la intervención de los padres), esto sumado a las 2 o 3 pequeñas siestas durante el día, las cuales van disminuyendo hasta llegar a los 15 meses cuando el bebé sólo hará una por día.
Mas allá de esta condición natural que llamamos ritmo biológico, los padres deben estipular desde muy temprana edad ciertas rutinas como antesala al momento del descanso. Estímulos previos como cantarles, ponerles música, decirle buenas noches y, ¿por qué no?, hasta mecerlos un poco; esas son algunas de las técnicas mas comunes. Sin embargo, hay niños que necesitan un poco más de refuerzo a la hora de dormir como un espacio mayormente oscuro y en silencio.
La clave es la actitud
Para poder ayudar a que el niño retome el hábito del sueño, los padres deben estar claros de la necesidad que tiene su hijo de dormir y de la importancia que dicho sueño sea profundo y reparador. De allí que deben esmerarse en crearle el hábito del horario con una actitud firme y segura de lo que están haciendo.
Darle un baño y la cena, luego compartir un tiempo (entre 15 o 20 minutos) con el niño en alguna actividad relajante que puede ser leer un libro, caricias, juegos tranquilos o cantarle canciones, adaptados a la edad del bebé y en un espacio distinto al lugar donde va a dormir.
Luego, se recomienda llevar al bebé al cuarto, explicarle con voz tierna lo que le va a suceder, que se va a dormir y al momento de ponerlo en la cuna (o cama) darle algunos objetos favoritos con los que pueda estar en ella. Bien sea un peluche, el chupón y hasta una mantita. Si en ese momento el niño comienza a llorar, el padre debe inmutarse ante la situación sin desantender al bebé y continuar con la rutina que está intentando instaurar: apagar la luz y salir del cuarto, con una buena actitud y recalcándole cuánto quieren al niño, todo con mucho afecto.
Los niños sabrán realizar acciones para hacerse sentir ante sus padres a través del llanto (de comunicación, no de sufrimiento) y los gritos son una muestra de su incapacidad de dormir de manera adecuada e independiente, pero es importante que no los haga sufrir y los atienda siempre.
No están solos
Los padres están para enseñar y atender a los hijos en todo momento, el éxito de que su niño logre dormir bien depende de la persistencia y consistencia al aplicar el método que se describe a continuación:
El hábito de dormir requiere de unas visitas breves al dormitorio (de aproximadamente 30 segundos la primera) para tranquilizar al niño con una frase que se repita en cada visita y una sutil caricia. La intensión es calmarlos y hacerles ver que no están solos.
La segunda visita al cuarto puede hacerse después de tres minutos y es más breve aún, de 10 segundos, en la cual repetirá las acciones anteriores pero en una menor cantidad de tiempo. La idea es que el niño adquiera seguridad en lo que está haciendo y concilie el sueño por sí solo.
En el tercer intento -y los siguientes- por calmarlo debe esperarse alrededor de 5 minutos antes de entrar de nuevo al cuarto. Estas visitas se hacen cada vez mientras sean necesarias y de ser posible alternarlas con el cónyuge.
Probablemente el niño se vuelva a despertar durante la noche, pero la técnica continúa siendo la misma, lo que quiere decir que se repite la rutina antes mencionada.
En los días subsiguientes los tiempos se incrementan un poco. Y por ejemplo en el segundo día, la primera espera es de 3 minutos; la segunda de 6; la tercera de 9 y las sucesivas de 9 minutos. Para el tercer día, la espera es de 5, 10 y 15 minutos sucesivamente. En cambio, en el cuarto día la espera es de 7,13 y 20 minutos.
Lo que debe evitar
A continuación se describen las acciones que no están aconsejadas mientras lo duerme:
1.- Cantarle
2.- Mecerlo en los brazos o en la cuna
3.- Agarrarle la mano
4.- Pasearlo en el coche o el automóvil
5.- Darle palmaditas o acariciarle por períodos más largos que los recomendados
6.- Darle biberón o amamantarlo para que deje de llorar
7.- Sacarlo de la cuna y llevarlo a la cama de sus padres
Fuente: ¡A dormir! Del Dr. Eduard Estivil y www.iis.es