Navidad es un tiempo para sanar, descubre cómo hacerlo
Lidia Nester
Especialista en Medicina Complementaria y Alternativa
Coach, Maestra y Terapeuta Holístico
Pase lo que pase y pese a quien le pese, en las fechas decembrinas todo se ve y se siente diferente. Más real, más bonito. Muchos recuerdos se despiertan, los sentimientos se mueven. Se activa el ánimo y surge la necesidad de conectarse con “algo” que muchas veces no sabemos qué es. Para algunos es la familia, para otros los amigos, los recuerdos, aquello que los trasciende. Ello se debe a que, en efecto, estamos bajo el influjo de energías muy particulares que de una u otra forma activan memorias ancestrales.
Siglos atrás estas fechas se celebraban. Cuando los días se acortaban y las noches se hicieron más largas, nuestros antiguos festejaban la preñez de la Madre Gaia, Pacha Mama o la Tierra para dar a luz el nuevo Sol. Ese nuevo sol venía cargado de esperanzas, era el devenir de lo distinto, la fe en que el porvenir sería mejor y llegaría cargado de cosas positivas, todo aquello que necesitaban. Se honraba y despedían a los ancestros, a lo que se había ido (material o no) y con ello se abría paso a lo nuevo, a lo que estaba por llegar.
Desde Siberia hasta la Patagonia, nuestros ancestros se reunían para rememorar, limpiar y organizar su entorno, su mente y su cuerpo, quemando en el fuego lo ido y abriendo paso a lo venidero.
Eso es lo que nuestras almas sienten que debemos hacer. Recordar las bendiciones recibidas durante el año, definir lo que deseamos para el año venidero y prepararnos para recibirlo. Es un período de limpieza externa e interna. Higienizar nuestro cuerpo y nuestros pensamientos. Desechar aquello roto o inservible, bien se sean relaciones, personas, objetos o esquemas de pensamiento. Aceptar, agradecer, descubrir qué debemos cambiar y, lo que no podamos, entregarlo al Universo para que como energía se transforme.
Luego, cuando nuestro hogar, que es el reflejo de nuestra mente, esté tan limpio como ésta, debemos preparar el espacio para albergar las maravillas que están por llegar, convirtiéndonos así en un vórtice energético capaz de atraer aquello que merecemos a nuestras vidas.
Desde la vacuidad recibimos y, como atraemos lo que somos, es el momento de elevar nuestras frecuencias vibratorias al máximo. Por ello utilizamos aromas y esencias energizantes provenientes de frutos cítricos, y nos impregnamos de ellas. Es el momento de aceptar el dinamismo de la vida, donde lo único permanente es el cambio.
Es en ese momento cuando la fe y la esperanza renacen en nosotros. La luz irradia en cada ser. En cada uno ha renacido el Sol interior y es momento de celebrar. El Cristo ha llegado.
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