Disciplina sin gritos, ¿es posible?
Eimy De Barros
Adelaide- Australia
Si tienes hijos seguramente, en algún momento, les habrás gritado. Algunos padres alzan mucho la voz, otros no tanto y otros absolutamente nada.
Los niños tienen su manera de “sacarnos de nuestras casillas” o molestarnos y desatar esa alzada de voz que sale desde lo más interno de nosotros. Pero, ¿por qué gritamos a los niños?
Probablemente gritamos como una manera de llamar la atención de nuestros pequeños, porque hicieron algo indebido o no prestan atención a las normas pautas en el hogar.
También los padres o cuidadores suelen alzar la voz porque los niños derramaron un líquido en el piso, que estaba impecable, o simplemente porque en una travesura decidieron poner talco y jugar al Polo Norte.
Solemos criar a nuestros hijos de la misma manera como fuimos criados, pero los tiempos y energías cambiaron.
Particularmente, no recuerdo que mis padres me hayan gritado alguna vez, o se hayan gritado entre sí delante de nosotros. Es por eso que no me siento cómoda gritando a mis tres hijos, aunque eso no quiere decir que nunca me hayan sacado de mis casillas.
Para muchos padres, especialmente para los hombres, gritar es la única forma de disciplina que conocen y con la cual se hacen respetar ante la familia. Pero, ¿esta actitud funciona o no?
Vamos a definir “disciplina”:
En términos de formación es la práctica del entrenamiento sistemático de las personas para obedecer reglas o un código de conducta, esto se logra usando el premio como recompensa o el castigo como reprenda.
Pero, ¿es posible aplicar este término de la misma manera a un niño? Esta modalidad de grito, premio y castigo a mi parecer no es la mejor manera de hacernos escuchar, brindar amor y acompañarlos en su proceso de crecimiento.
Recordemos que nuestros hijos están aprendiendo todo por primera vez y que su cerebro está en pleno proceso de desarrollo.
En muchas ocasiones esa “desobediencia” no es otra cosa que su proceso de aprendizaje, el cual debemos acompañar desde el amor y no desde el grito.
Somos los adultos y por lo tanto ante una pataleta o travesura tenemos la capacidad de aplicar el autocontrol, actitud que no pueden asumir con frecuencia los niños y adolescentes porque están en pleno proceso madurativo.
Padres desoídos
Disciplinar a los niños es enseñarles la forma correcta de hacer las cosas, no castigarlos y mucho menos pretender que aprendan a gritos, porque ese tono de voz es el que menos escuchan y causa en nuestros hijos miedo e intimidación, no respeto como se pretende conseguir.
Somos el patrón a seguir y si usted no quiere gritos en su casa, pues no lo haga y menos cuando esté educando.
“Queremos que los niños aprendan y disciplinar es parte del aprendizaje. Deseamos que nuestros hijos disciernan lo correcto de lo incorrecto, pero no por miedo al castigo y mucho menos con gritos”, advierte Robyn Barker, autor del libro “Baby Love & the mighty toddler”.
El grito está diseñado para que nuestros hijos tengan miedo y se sientan mal, así lo afirma Matt Sanders, profesor de psicología clínica y el fundador de “Positive Parenting Program” (Programa de crianza positivo para los niños de la Universidad de Queensland, Australia).
Su trabajo de investigación continua ha sido apoyado durante 30 años y es utilizado en toda Australia, especialmente en grupos de apoyo y municipios de la localidad, pues el objetivo del programa es crear familias saludables.
Sanders dice que todos los padres perdemos los estribos en algún momento, pero es cuando te ves a ti mismo gritando más de lo normal a tus hijos el momento de parar. Es necesario detenerse y apelar a otros recursos, bajar la voz y hacerse escuchar desde el amor.
“Somos el principal modelo de nuestros hijos. Podemos demostrar que podemos permanecer firmes y calmados durante una situación estresante. Nuestra labor es ser predecibles, consistentes y proveer límites apropiados. Esto sería lo mejor para todos”, asegura el catedrático.
El camino
¿Cómo se logra? ¿Cómo funciona eso de ser firmes y calmados? ¿Quién tiene el tiempo de enseñar al niño cada vez que hacen un desastre, le pega al hermano o se rehúsan a comer la cena? ¿Cómo mantenerse cuerdo luego de una nalgada mientras cocinas la cena? Y menos si todo sucede al mismo tiempo.
Ante estas situaciones “podemos fallar de vez en cuando, pero debemos aprender de eso e intentar no repetirlo una y otra vez. De lo contrario lo único que vas a lograr es que tus hijos se vuelvan expertos en gritar también”.
Es por ello que Sanders insiste en que la clave en la disciplina son los límites y las consecuencias. Y uno de los mayores retos como padres es quedarnos calmados y disciplinar con autoridad, pero sin sembrar temor y dolor.
Divorcios y normas
En el caso de que los niños tengan dos hogares, porque sus padres están divorciados, lo ideal es congeniar en un estilo de crianza parecido y congruente en salud y bienestar, en el cual los hijos obedezcan por amor y no por temor al castigo.
Recuerde, cada vez que sea necesario, que los gritos sólo desestabilizan el ambiente familiar y con esa actitud no se logra nada. Mientras que el tono de voz apacible y calmada, una vez que pase la tormenta, logrará una comunicación más efectiva entre las partes.
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