“Nunca me rendí, siempre luché por ser madre”
“Nunca me rendí” dice Marvin Rodríguez Borges cuando cuenta las dificultades que debió enfrentar para ser mamá. “Pasé ocho años intentando, en los cuales también me apliqué cinco inseminaciones artificiales. Todas fueron fallidas”.
La fe en Dios y el nunca desistir fueron las claves de Marvin para soportar, además de las inseminaciones sin éxito, seis abortos. “Me hicieron estudios de pie a cabeza y me aplicaron miles de tratamientos. Un día decidí descansar e ir a un psicólogo, porque estaba afectada emocionalmente de tantos intentos sin resultados, pero con el convencimiento de que agarraría fuerzas para seguir luchando”.
Durante el descanso le recomendaron a un médico en Puerto La Cruz, donde residía para el 2006. “Mis médicos estaban en Caracas, viajé siempre para los tratamientos y las inseminaciones. Sin embargo, decidí probar”.
Cuenta que el ginecobstetra era especialista en fertilización. Vio todos los exámenes y dio con el único que no le habían hecho: la medición de insulina, “se dio cuenta que los abortos eran provocados por la subida de ésta, que me ocasionaban fuertes dolores de cabeza y me provocaban la pérdida. Adicionalmente, las inseminaciones provocaron una sinequia en el útero (obstrucción en el órgano) y me operaron, porque eso no permitía que la muestra llegara al óvulo”.
El logro
Tres meses después de dar con el problema quedó nuevamente embarazada. “Fue de riesgo, pero pasé los primeros meses de gestación. Me veían cada ocho días y tuve una dieta estricta. A las 34 semanas me hicieron una cesárea”.
“La vida está llena de sorpresas y los hijos vienen cuando Dios lo quiere”, asegura Marvin, pues luego de José Daniel, quien ya tiene 13 años de edad, sorpresivamente quedó embarazada de María Daniela, quien ahora tiene 11 años de edad.
“Me imaginé que para un segundo hijo debía someterme a un largo tratamiento, pero no fue así. Este embarazo fue más relajado, los controles fueron mensuales y los dolores de parto me dieron en la semana 33, fue un riesgo y al final me hicieron cesárea”.
Sus dos hijos son una bendición, “nunca me rendí, siempre luché por ser madre y soy muy feliz”.
Cuesta arriba
Hay casos en los que se cree no se puede tener un hijo y la vía de la adopción queda como la única esperanza, como el de Jessica Díaz en el cual los médicos comprobaron que ambos tenían problemas de salud para concebir.
Sin embargo, los avances médicos fueron claves en todo el proceso que llevaron a cabo en España, donde vivían, a través de un programa de fertilización.
“Tenía una infección asintomática severa en la trompa izquierda que venía arrastrando desde hace 7 años y un endometrio irregular. Mi ahora ex-esposo, Roberto Macareño, tiene esterilidad total, al parecer de nacimiento. Congénitamente tenía la vasectomía hecha, por ello, en los espermatogramas el conteo de espermatozoides era cero”.
Fueron dos años tratando de ser padres y la solución fue un tratamiento in vitro, “directamente me hicieron una transferencia de embriones a mi útero. Fecundaron mis óvulos y la muestra de espermatozoides que recopilaron de los testículos de mi esposo en el laboratorio”.
La para entonces pareja debió esperar dos días, luego del proceso de captación de óvulos y espermatozoides para saber si era posible concebir un bebé. “Se crearon cuatro embriones y me transfirieron dos de calidad tipo A, ya que los restantes eran clase C y D, pero aún los tenemos congelados por si decidimos intentarlo de nuevo”.
En el primer intento in vitro, luego de dos años de desatinos, de dos embriones uno pegó. “Fue un embarazo normal y tuve a Sebastian por parto natural”.
El tiempo esperado valió la pena, “aparte de ser una experiencia única, ha sido la mejor decisión que hemos tomado. Por nuestro hijo valió la pena el sacrificio”.