¡Alerta! El hijo también puede ser el maltratador
Marlene Rizk/Yelitza Izalla Yánez
Poco se habla de los niños o adolescentes maltratadores, quienes incluso llegan a agredir física, verbal y psíquicamente a algunos de sus padres.
Estos casos, en los cuales los hijos se convierten en maltratadores, no se tratan de actos de rebeldía, malcriadez o mal carácter sino de una conducta que requiere de ayuda y tratamiento psicológico.
“Es una realidad –que aunque siempre se ha presentado- se está comenzando a estudiar recientemente y está muy poco descrita estadísticamente en Venezuela, a pesar que afecta a todos los estratos sociales”, refiere Antonio Pignatiello, profesor en la Escuela de Psicología de la Universidad Central de Venezuela.
La visibilidad de los casos se debe, según el psicoanalista, a que en los últimos años el foco hacia la educación infantil ha sido otro. ”No es porque haya más casos, sino que ahora existe más conciencia y hay más información. Las personas buscan ayuda e inclusive denuncian y eso hace que el problema se haya hecho más visible’’.
¿Cuándo ocurre?
Esta conducta de violencia hacia los padres generalmente ocurre en adolescentes varones a partir de los 13 o 14 años de edad. Los casos suelen darse en familias monoparentales, aunque eso no descarta una alta incidencia en las tradicionales.
El 80% de las agresiones van dirigidas hacia la madre e inclusive hacia las hermanas. ”En el padre se produce en menor porcentaje, porque el hombre es visto como la persona que tiene el poder y con él no se meten’’.
El adolescente agresor suele manifestarse hacia su mamá (hermana o cualquier figura familiar femenina) con desprecio, gritos, humillaciones, insultos e inclusive, manipulaciones para hacerla sentir mal y culpable de todo lo que le pasa.
Uno de los principales problemas que se presentan es que los mismos padres no reconocen esta conducta y comienzan a buscar excusas tales como: “hoy se puso bravo’’, “estaba de malhumor’’ o “se porta así porque es adolescente’’. Esto sigue ocurriendo hasta que el comportamiento erróneo se convierte en algo natural y la realidad es que no lo es.
La persona que se convierte en victimario se acostumbra a maltratar, esto justifica que la misma conducta se repita, una y otra vez, durante toda su vida e inclusive se extienda luego con la novia, esposa e hija.
Advierte el especialista que sino se toman medidas el individuo no cambiará y seguirá maltratando a los progenitores, y a todo el entorno familiar, aún siendo adulto.
Es necesario que se reconozca el problema como tal, pero lamentablemente la mamá es vista como la figura más débil y a veces “ella misma comienza a minimizarse y se siente culpable de esa conducta, porque piensa de que no le dedicó el tiempo a su hijo”. Eso sin descartar que esa mujer también puede venir de un hogar donde fue maltratada y hay ciertas conductas que toma como “normal”.
También, algunos autores se refieren a que es necesario revisar si la violencia de ese adolescente, es efecto del alcohol y las drogas.
Existen referencias además en las que se atribuyen, entre otras causas, el maltrato de hijos hacia padres y ellas son por:
*La falta de educación y de límites, derechos y deberes de los hijos hacia los padres
*Conductas agresivas aprendidas de los mismos padres
*Educación permisiva, en la que los hijos creen que tienen derecho a todo
La enfermedad
A pesar de lo expuesto y que se puede hablar de conductas aprendidas o falta de educación, entre otros factores, hay otro punto clave y es la factibilidad de que el joven tenga una enfermedad mental.
En estos casos aplican, según reseña el portal bebesymas.com:
• Conductas habituales de desafío, mentiras e incluso actos crueles hacia hermanos y amistades.
• No tienen un sentimiento de vinculación moral o emocional, ni con sus padres ni con otras personas o instituciones. En estas características suele haber trastornos psicológicos implicados.
• Elevada insensibilidad emocional. El elemento esencial del “síndrome del emperador” es la ausencia de conciencia. Son niños que genéticamente tienen mayor dificultad para percibir las emociones y hacer distinciones morales o éticas.
• Focalización elevada en metas egocéntricas, busca su propio beneficio sin atender a las necesidades o peticiones de los demás.
• No responden a las pautas educativas ni aprenden de los errores.
• Baja empatía y dificultad para desarrollar sentimientos de culpa.
• Ausencia de apego a los padres y adultos.
¿Qué podemos hacer?
Tanto los factores conductuales como aquellos aspectos psicológicos son controlables. Esto siempre que se tenga tiempo para dedicar a los hijos, no es la cantidad sino la calidad de lo compartido lo que tiene peso en la crianza.
Además, de buscar ayuda profesional con psiquiatras, médicos familiares educadores, según sea el caso, hay ciertas medidas que se pueden tomar desde el hogar para rescatar el respeto y erradicar la violencia como una manera de relacionarse.
Es por ello que se recomienda:
• Guiarlos para que puedan educar sus emociones, esto se logra con el reconocimiento de ellas y su debida canalización. Lograr el autocontrol es vital en este punto.
• La comunicación es vital, compartir sentimientos y buscar soluciones en conjunto a las dificultades que se presenten d{ia a día.
• Educar, siempre educar. Hay que explicar a los jóvenes las consecuencias morales y pérdida de valores que implica su mala acción.
• Jamás usar la violencia para educar. Los golpes y gritos no son la mejor vía para el aprendizaje. “Es fundamental que no vean el maltrato como una forma habitual de relacionarse”.
• Educar con el ejemplo, dé seguridad, respete, promueva los valores y sobre todo dé mucho amor a su hijo.