La mentira también puede ser una enfermedad
Cada día nos enfrentamos a situaciones en las cuales la mentira está presente. Existe toda una variedad que va desde las llamadas “piadosas’’ o “blancas’’ hasta grados más severos, enmarcados en un trastorno de personalidad.
Existe una línea muy delgada entre la mentira que se dice para “salir del paso” y la recurrencia o necesidad que la convierte en una enfermedad.
Mentir reiteradamente puede encerrar un trastorno de personalidad que requiere no sólo de terapia personal y familiar sino también medicamentos, principalmente en aquellos casos de personas que no pueden actuar con la verdad por delante y son capaces de inventar historias y creérselas.
Por ello, es importante observar la conducta de nuestros hijos y si tras el falseamiento de la verdad o el invento de algunos hechos se esconden problemas, no sólo familiares sino también de autoestima.
No siempre es mentira
Los niños suelen fantasear mucho y en otros casos mienten para no ser regañados, en el caso de los adolescentes ya las versiones cambian, pueden ser por pena, miedo o rebeldía, por citar algunos de los casos.
No se puede hablar de mentira en todas las edades, porque es normal que hasta los 4 o 5 años de edad los niños puedan imaginarse situaciones no reales.
En muchas ocasiones, los niños recurren a una mentira para evitar un castigo o no asumir una responsabilidad, pero también puede ocurrir –principalmente en adolescentes- que ante la severidad y falta de comunicación con los padres, mientan para no enfrentar problemas.
También otro de los motivos de las mentiras, es evitar un disgusto a los padres, maestros e inclusive amigos.
En el caso de los mitómanos, por ejemplo, el síntoma es exagerar los logros para convertirse en el centro de atención y evitar así el rechazo social.
Otra causa frecuente de mentira es por “fingimiento’’. Se trata de aquellos hechos en los cuales el niño en edad escolar o el adolescente inventa una enfermedad para no ir al colegio o realizar las tareas. Por eso, si la actitud es frecuente se recomienda a los padres descartar, a través de un chequeo médico, si en realidad sufre de alguna patología.
En otros casos, se reportan niveles de autoestima muy bajo, que obligan al joven a inventar inclusive un estatus social que no posee para no quedar en minusvalía entre sus amigos.
Siempre es recomendable acudir a un psicólogo para que nuestros hijos puedan superar esas dificultades, que no en todos los casos son patológicas, sino que también se relacionan con la inmadurez típica de su edad.
El daño a terceros
Existen otros casos, que son más graves, porque los chicos recurren al falseamiento de la verdad o a inventar un hecho con la intención de causar daños a un tercero.
Los especialistas advierten que en los niños la mentira puede convertirse en un hábito y en el caso de que no se corrija a tiempo puede afectar su comportamiento en la vida adulta.
Es decir, el chico podría convertirse en una de esas personas que se acostumbran constantemente a las mentiras, en su mayoría, para evadir responsabilidades, llamar la atención y quedar bien, pero en el peor de los casos puede hacer daño a otra persona aún más del que ya se hace a sí mismo.
Por todas las razones expuestas, es necesario descartar si el niño o adolescente miente por costumbre o si se trata de un trastorno patológico, de manera de buscar la manera de restablecer la confianza y que siempre se comuniquen con sus padres diciendo la verdad y con respeto.