Comunicación con los hijos propicia el acercamiento
Dar consejos, aclarar dudas y hasta contar chistes (y que se rían) es el sueño que tiene todo padre que quiere ser también amigo de sus hijos. Este lenguaje verbal es la puerta a la confianza al mundo interior del niño y más tarde del adolescente, pero el padre debe estar atento a cómo reacciona ante las inquietudes y relatos para propiciar la fluidez en la comunicación.
Escuchar y luego hablar
Para incentivar la comunicación padre-hijo, el adulto debe escuchar lo que su hijo le plantea y debe intervenir sin que su participación termine en una crítica o un sermón. Por el contrario, la reacción y el desenvolvimiento que tenga el padre durante la conversación propiciara nuevos encuentros, en un ambiente de diálogo y en el cual el hijo se sentirá apoyado.
Cuando el padre escucha a su hijo mientras habla -sin convertirse en interrogador o sermoneador- se abre una oportunidad en la cual es más fácil entender si lo que buscan sus hijos es tener simplemente a alguien con quien hablar o si quieren un consejo o una respuesta.
Cómo reconocer al padre sermoneador
Un “te lo dije”, un “eso te pasa por…”, o expresiones similares, pueden ser un aviso de que se esta delante de un padre sermoneador. El hecho de juzgar y criticar todo el tiempo los actos de los niños es un aviso de que se puede estar al frente de lo que algunos llaman el bullying parental, que tiene como consecuencia el deterioro del autoestima y el alejamiento del chico de su familia.
Un padre que propicia el diálogo le hace preguntas al hijo como ¿cuál es la lección que ha aprendido de esa experiencia? O también ¿qué planea hacer para enmendar sus acciones?, y así aprovechar el momento para sacar una enseñanza de la experiencia.
A pesar de las múltiples responsabilidades que tienen los padres en estos tiempos, es de suma importancia mantenerse presente cuando el niño se acerque para querer conversar. Hay que aprovechar la inmediatez. Si la conversación se pospone por cualquier circunstancia, se corre el riesgo que el hijo haya perdido el interés y hasta se les olvide –al padre o al hijo- que querían hablar.
El diálogo les demuestra a los hijos una actitud positiva ante las situaciones que le plantea la vida, lo que les ayuda a lograr con éxito las metas. Igualmente, están más dispuestos a expresar sus sentimientos y los hace menos vulnerables. Aprenden a respetar las opiniones y posiciones de otras personas y les da la capacidad de aplicar consejos y construir un criterio propio de determinada situación.
Esta alianza fortalece la relación filial entre padres e hijos y refuerza la misión educadora de los adultos. El diálogo es una ventana que le permitirá ver el interior de sus hijos y entender, con más facilidad, lo que les afecta personalmente, así como lo que los hace más felices.
Con información de familias.com