Telemedicina debe ser eficiente y evitar deshumanización
Martha Escalona Zerpa, especial desde Berlín
La transformación digital, basada en el uso de tecnologías electrónicas y robóticas, es uno de los mayores desafíos de nuestro tiempo. El aumento de su uso está cambiando la atención médica y psicoterapéutica. Sobretodo a raíz del súbito surgimiento de la pandemia del Coronavirus se ha generado en el mundo un enorme impulso a la digitalización y por ende a la telemedicina.
Sin embargo, aunado al efecto positivo de la atención vía digital por parte del personal médico y psicoterapéutico a pacientes, también existen una serie de riesgos éticos y legales que deben tomarse en serio. Estos riesgos van desde el abuso de datos hasta la deshumanización de la relación médico-paciente.
Ver la legalidad
Las soluciones digitales pueden amortiguar algunos de los efectos negativos de la pandemia por el Covid-19. Debido a ello, la legislatura europea ha creado posibilidades en los últimos meses para transformar aún más el sector de la salud con la creación de la Ley de Suministro Digital (DVG).
Esta normativa constituye la base legal para establecer los derechos que tiene el paciente de ser atendido medicamente vía aplicaciones o medios digitales, lo que ahora se denomina telemedicina.
Las ventajas son obvias, porque se puede acceder a las aplicaciones con soporte digital de forma rápida y sin contacto, lo que reduce las restricciones del contacto personal, sobre todo durante las fases de confinamiento y los tiempos de espera hasta el inicio de un tratamiento personal.
Así mismo el tratamiento médico a través de video se ha vuelto más importante como resultado de la pandemia. De acuerdo con la Ley de Modernización de la Atención y el Suministro Digital (DVPMG), hasta el 30% de los servicios médicos y psicoterapéuticos ahora se pueden proporcionar a través de consultas por video.
Y si bien es cierto, que las ofertas en línea no pueden reemplazar el tratamiento presencial, son una oferta útil y un buen complemento para personas con una síntomatología menos grave o para personas con un umbral de inhibición alto.
El miedo y la depresión
Aunque la situación de la pandemia ha venido siendo parcialmente contenida por el uso de estas herramientas digitales en el contexto de las restricciones de contacto, la situación actual ha llevado a muchas personas a sus límites mentales.
El miedo a una infección, las preocupaciones por los efectos en la vida familiar, social y laboral y el aislamiento social han hecho que muchas personas se sientan inseguras.
Actualmente se están investigando los efectos de la pandemia a nivel psíquico. En particular, las personas con una enfermedad mental existente se han visto muy afectadas por el cambio de vida que implica el Covid-19, aumentando así el riesgo de que la patología psíquica se empeore.
Esto se aplica a la población en general con mayores tasas de depresión, ansiedad y estrés; en este caso, afecta particularmente a las personas más jóvenes. Pero también afecta a los individuos con enfermedades mentales de muchas formas, especialmente cuando pensamos en tratamientos necesarios, por ejemplo con terapias psicosociales.
¿Qué hacer?
Con el lema “A pulso de la ciencia y de la atención primaria en salud mental” se realizó, el pasado noviembre 2021, el Congreso de Psiquiatría y Psicoterapia del (DGPPN) en el centro de eventos CityCube de Berlín.
Es por ello, que desde el punto de vista de los expertos de la DGPPN, que pertenecen a la red de competencias “Salud Pública COVID-19”, la gestión de crisis psicosociales debe incluir tanto iniciativas generales para mantener y promover la salud mental de la población, como medidas especiales para pacientes con enfermedades mentales previas y para personas con angustia mental aguda.
El resguardo y cuido de la salud mental debe ser ya desde el principio de una pandemia un elemento central del control y la gestión de la misma, en este caso Covid-19.
Para el futuro, se necesitan conceptos sostenibles para la gestión responsable de una crisis similar con el fin de proteger más a personas débiles y vulnerables de la sociedad como niños, adolescentes, adultos mayores y enfermos crónicos, entre otros.
Y en vista del crecimiento del uso de las herramientas digitales es fundamental tener en cuenta los criterios de calidad con respecto a la eficacia, la seguridad del paciente y la protección de datos, de modo que los pacientes y los médicos solo utilicen herramientas digitales que sean no solo útiles sino seguras para que la telemedicina tenga éxito.